Hacía rato que había perdido la noción del tiempo. No sabía si habían pasado una, dos, tres o veinte horas, daba igual, no podía parar. Una a una, la tinta de sus páginas me devoraba poco a poco, haciéndome parte de él, introduciéndome en un mundo infinito de sueños sin límites. Sin darme cuenta, llegue a la palabra «fin» y como una pesada losa, la realidad cayó sobre mí.
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Hasta la próxima
– Te quiero más de lo humanamente posible. Te quiero. Te quiero. Te quiero.
Ella no respondió. Simplemente le miró a los ojos y le sonrió. Si añadía alguna palabra más estropearía el momento. Podía decirle que le quería, que le amaba tanto o más que él a ella, pero era algo que ella sabía, y que él también. Haberlo dicho hubiera estropeado el sentimiento que la embriagaba, no siempre se puede transmitir en palabras todo lo que se siente, por ello, prefería demostrárselo.
Le abrazó. Le abrazó lo más fuerte que pudo, intentando fundirse con él en una sola persona. Él la soltó suavemente y la miró a los ojos:
– Fúgate conmigo. Marchémonos lejos, los dos, juntos. No volveremos a separarnos.
Ella no contestó, bajó la mirada y volvió a abrazarle. Sabía que si volvía a fijar su mirada en sus ojos no podría resistirse a esa petición. Desaparecerían las despedidas. Para siempre. Era algo tentador.
-Tengo que irme-Consiguió articular.
Él asintió sabedor de que no podría alargar la despedida mucho más.
Se besaron. Un beso largo, fijo, suave, lleno de amor.
-Te echaré de menos.
– Yo a ti también.
Y apesadumbrados, dieron media vuelta y siguieron su camino, uno hacía un lado, el otro hacía el contrario. Volverían a verse, pero aún quedaba mucho tiempo para eso.
Para siempre
Sigo recorriendo las mismas calles una y otra vez. Desde que amanece hasta que anochece, paseo por aquellos parajes donde aún puedo sentirla. Escomo si no se hubiera ido nunca, como si siguiera a mi lado, aunque en lo más profundo sé que no podré seguir mucho tiempo más así, ella no volverá nunca más.
Se ha ido. Para siempre. Punto final.
Recuerdo su sonrisa tan nítidamente como si la estuviera viendo en este momento. Su risa nerviosa tan contagiosa, cómo fruncía el ceño cuando algo no iba como ella esperaba, el brillo de sus ojos cuando le di el anillo, la ausencia de vida en esa mirada cuando me dejó.
La quería, la quería como nunca se ha podido querer a nadie. La extraño, la extraño tanto como si una parte de mí se hubiera ido para siempre.
Y en realidad, así ha sido.
Se llevó con ella la vida que quedaba en mí. Ella lo era todo. Y ahora no me queda nada. Sólo seguir caminando por esas mismas calles una y otra vez por si alguna vez consigo verla, consigo olerla, consigo encontrarla… en el viento, en la luz de las farolas, en el aroma de las flores, en el ulular de los pájaros…
Pero no está, y nunca estará. Quizá la encuentre algún día, cuando nadie me vuelva a encontrar a mí, y entonces, para siempre existirá.